Las
tormentas solares se producen cuando el ciclo solar alcanza su máxima actividad
y justo después. Es decir, cuando la actividad magnética del Sol es más fuerte
y comienza a descender. Hay un máximo solar cada 11 años. El último comenzó a
finales del año 2.012 y se prolongó durante el 2.013.
Las
tormentas solares consisten en violentas explosiones de plasma y de partículas
cargadas, llamadas fulguraciones y, sobre todo, eyecciones de masa coronal. Normalmente, las eyecciones de masa
coronal se producen tras una fulguración, pero no siempre es así.
La
actividad magnética del Sol hace que se formen bucles de plasma en su
superficie. Cuando la actividad magnética es más fuerte, hay tantos bucles que
chocan entre sí y provocan enormes explosiones de plasma. Alcanzan una
temperatura de decenas de millones de grados.
Durante
una tormenta solar, se expulsan y se expanden por todo el Sistema Solar
millones de toneladas de plasma y partículas cargadas, junto con gran cantidad
de rayos X y gamma, la radiación más potente que existe. La radiación alcanza
la Tierra en 8 minutos, ya que viaja a la velocidad de la luz. Afortunadamente,
nuestra atmósfera nos protege.
Las
partículas cargadas tardan en alcanzarnos de uno a tres días, aunque a veces
llegan en sólo unas horas. Chocan contra el campo magnético de la Tierra, lo
comprimen y pasan a las capas altas de la atmósfera. Cargan la atmósfera con la
potencia de billones de vatios. Provocan sobrecarga en las redes eléctricas,
apagones, averías en satélites y telecomunicaciones, perturbaciones en el
tráfico aéreo, etc. Nuestra tecnología nos hace cada vez más vulnerables a las
tormentas solares.
Aún
no es posible predecir cuándo se producirá una tormenta solar. Además, cuando
se produce, se dispone de pocas horas para reaccionar.
La
tormenta solar más fuerte registrada hasta el momento fue en 1.859, y se conoce
como el evento Carrington.
Destrozó la red de telégrafos y produjo auroras boreales tan espectaculares que
se vieron incluso en España. Hoy, aunque no sean tan fuertes, producen más
daños, ya que casi toda nuestra tecnología depende de las ondas electromagnéticas.
La tormenta solar con mayores pérdidas económicas fue la de 1.989, que dejó sin
electricidad a más de 7 millones de personas en Quebec.
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